jueves, 6 de septiembre de 2012

DEBERIAN LOS MEDICOS TARTAR LA INACTIVIDAD FISICA COMO ENFERMEDAD??

¿Deberían los médicos tratar la inactividad física como una enfermedad?

La respuesta de un experto de Mayo es “sí”

El estilo de vida sedentario es una causa común para la obesidad y, a su vez, el exceso de peso y grasa corporal se consideran catalizadores para la diabetes, la hipertensión, el daño de las articulaciones y otros problemas graves de salud. ¿Se debería entonces tratar a la inactividad física como una enfermedad? El Dr. Michael Joyner, fisiólogo de Mayo Clinic, argumenta que así es. Su comentario aparece publicado este mes en “The Journal of Physiology” (La revista de fisiología).
La inactividad física afecta la salud, no sólo de muchos pacientes obesos, sino también de personas con peso normal, tales como los empleados de oficina, los pacientes inmovilizados durante períodos largos por una lesión o cirugía, y las mujeres que deben tener reposo en cama prolongado durante el embarazo, dice el Dr. Joyner. La inactividad física prolongada puede hacer que uno pierda el estado físico y presente amplios cambios estructurales y metabólicos, por ejemplo: aumento excesivo de la frecuencia cardíaca al realizar alguna actividad física, atrofia ósea o muscular, mengua en el rendimiento físico y menos volumen sanguíneo.
Cuando las personas con mal estado físico intentan hacer ejercicio, se cansan más rápido y sienten mareos y otras molestias, por lo que dejan de intentarlo y descubren que el problema empeora en lugar de mejorar.
“Mi argumento es que la inactividad física es la raíz de muchos de los problemas comunes que actualmente enfrentamos”, comenta el Dr. Joyner. “Si se la convirtiese en una enfermedad, igual que ocurrió con las adicciones, los cigarrillos y demás, se podría desarrollar algún tratamiento, así como terapias de por vida enfocadas en modificar el comportamiento y la actividad física. Entonces, sería posible tomar medidas para la salud pública, como ocurrió con el tabaquismo, la conducción en estado de embriaguez y otras cosas, a fin de restringir la inactividad física y promover la actividad física”.
Varias enfermedades crónicas se vinculan con la incapacidad de hacer ejercicio, entre ellas, la fibromialgia, el síndrome de cansancio crónico y el síndrome de taquicardia ortostática postural, que también se conoce como STOP y consiste en un síndrome marcado por una frecuencia cardíaca excesiva al ponerse de pie o llegar a un determinado nivel de ejercicio. Lo más frecuente es recetar un medicamento en lugar de ejercicio progresivo, señala el Dr. Joyner.
Los investigadores del Hospital Presbiteriano de Salud de Texas en Dallas y del Centro Médico Suroccidental de la Universidad of Texas descubrieron que el entrenamiento físico durante tres meses es capaz de revertir muchos síntomas del síndrome de taquicardia ortostática postural. Dicho estudio les ofrece esperanza a estos pacientes y muestra a los médicos que deberían considerar recetar ejercicio controlado antes de medicamentos, explica el Dr. Joyner.
Si la inactividad física se tratara como una enfermedad en lugar de simplemente la causa o consecuencia de otras afecciones, los médicos podrían tener más consciencia sobre la importancia de recetar ejercicio guiado, y entonces se desarrollarían otros programas formales de rehabilitación que incluyan terapia cognitiva y conductual, acota el Dr. Joyner.
El Dr. Joyner recomienda que quienes llevan una vida sedentaria e intentan hacer ejercicio, lo hagan de manera lenta y progresiva. “No se trata de lanzarse de nuevo a la pista e intentar entrenar para una maratón; se empieza con metas alcanzables y se avanza poco a poco”, añade.
No es necesario inscribirse en un gimnasio ni tener un entrenador personal, sino hacer la máxima cantidad de actividad posible en la vida diaria. Caminar aunque sólo sea 10 minutos tres veces al día puede ayudar mucho para llegar a los 150 minutos semanales de actividad física moderada que un adulto normal necesita, concluye el Dr. Joyner.
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Imágen © iStockphoto.com / Juanmonino

ALIMENTOS ORGANICOS Y TARDICIONALES..bbc


comer-manzanaCientíficos de la Universidad de Stanford (EE UU) han estudiado si los alimentos orgánicos son más seguros o más sanos que las alternativas tradicionales. Según sus conclusiones, dadas a conocer esta semana en la revista Annals of Internal Medicine, la respuesta parece ser negativa.

La investigación, en la que se han analizado 240 artículos científicos relacionados con esta materia, indica que no existen apenas diferencias entre ambos tipos de alimentos, al menos en lo que a la salud se refiere.

La investigación ha sintetizado los resultados de 17 estudios realizados con humanos con alimentación orgánica y convencional y 223 que comparaban los niveles de nutrientes, bacterias o contaminación por pesticidas en ambos tipos de alimentos. Tras el análisis de los datos obtenidos, los autores no han encontrado diferencias consistentes en el contenido vitamínico. Tan solo un nutriente, el fósforo, aparece en mayor medida en los alimentos orgánicos, algo que, según los investigadores, no tiene mucha relevancia clínica ya que solo un pequeño porcentaje de la población sufre una deficiencia de este elemento.

En concreto, en el caso de la leche tampoco existen distinciones en la cantidad de proteínas y grasas entre la orgánica y la convencional, aunque algunos estudios muestran que hay una mayor cantidad de ácidos grasos omega-3 – muy beneficiosos para el organismo- en la leche orgánica.

El único aspecto donde los alimentos orgánicos parecen sacar ventaja es en la presencia de pesticidas, ya que tienen un 30% menos de riesgo de contaminación que los productos convencionales. Aun así, los autores del estudio aseguran que las frutas y verduras orgánicas no están totalmente libres de pesticidas y que, en cualquier caso, toda la comida suele estar dentro de los límites permitidos. No obstante, Bravata asegura que “si miras más allá de los efectos sobre la salud, hay otras muchas razones para elegir productos orgánicos”, y señala las ventajas en relación al sabor de los alimentos y su mayor respeto con el medio ambiente.

La popularidad de los productos orgánicos ha crecido considerablemente en los últimos años pese a que en ocasiones el precio de estos alimentos llega a ser el doble que el de los convencionales. Entre 1997 y 2011, las ventas han pasado de 3.600 millones de dólares a 24.400 millones en EE UU.