viernes, 24 de agosto de 2012

PROPIEDADES DE LA BERENJENA,puleva

La berenjena
Su nombre deriva de vocablo persa "badindjan" y es una baya de forma variable (esférica, ovoide u oblonga) y color morado más o menos intenso. Durante siglos, fue estimada de forma exclusiva como adorno exótico dada su forma y color púrpura, y tenerse la creencia de que su consumo provocaba enfermedades, pero hoy en día es consumida durante todo el año, gracias a su cultivo en los invernaderos.

1. Su historia
2. ¿Cómo es?
3. Variedades cultivadas
4. Valor nutricional
5. Otros componentes

1. Su historia


La berengena. Originaria del lejano oriente, se cultiva desde hace más de 2000 años.
Se cultiva desde hace más de 2000 años. Encontrándose innumerables documentos escritos que sitúan su origen en los lejanos países del misterioso Oriente.

Los datos más antiguos conocidos la ubican en el estado de Assam (al noroeste de la India), Birmania y en China.

De estos pueblos llegó a Asia Menor y Egipto(1200 d.C.).

Fue muy apreciada por los árabes, tal es así, que el médico Ibn al Auwan en su libro de agricultura, indica las cuatro variedades de berenjenas, la egipcia o de fruto blanco, la siriaca o de color violeta, la baladie del país negra y la cordobesa también negra, pero con aspecto grueso.

Llegó a España a través de la cultura islámica. Los primeros documentos que hablan de la berenjena en lengua castellana datan del siglo XV. Se introduce en Europa en la Edad Media, al parecer desde España a través de los comerciantes árabes. Desde entonces, el cultivo de esta verdura se extendió con gran éxito en los países cálidos bañados por el Mediterráneo.

En los Estados Unidos apenas usaban la berenjena como alimento antes del siglo XX, dándole exclusivamente un uso ornamental. Comenzaron sembrándose en Florida y Nueva York, donde desde un principio se cultivaron muy buenos ejemplares.

En la actualidad, esta verdura es considerada como el alimento de los pobres en muchos países, lo que explica su baja popularidad. Sin embargo, es muy popular y su consumo y cultivo está muy extendido en China, India Japón y diversos países de la zona mediterránea.


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2. ¿Cómo es?


El botánico sueco Carlos Linneo le pone el nombre científico de Solanum melongena, pertenece a la familia de las Solanaceae, que incluye alrededor de 2.300 especies de plantas productoras de alcaloides tóxicos, entre los que están el beleño, belladona y la mandrágora.

Son escasas las solanaceas comestibles, dentro de estas se incluye la berenjena, el tomate, el pimiento y la patata.

La berenjena es una planta herbácea, de tallos con tejidos lignificados que le dan aspecto de arbusto anual. Presenta un sistema radicular muy profundo y potente.
Tallos fuertes de crecimiento determinado (tallos rastreros que le confieren a la planta un porte abierto), o indeterminado (que son erguidos, erectos y que pueden llegar a alcanzar hasta 2-3 metros de altura).
Hojas alternas, pecioladas, con nerviaciones que presentan espinas y un envés recubierto de una vellosidad grisácea, que puede causar alergia a algunas personas.
Flores con pétalos de color violáceo, que en la mayor parte de las variedades florecen en ramilletes de tres a cinco flores, su pedúnculo y cáliz presentan abundantes espinas, aunque la tendencia actual es cultivar variedades sin espinas.

La berenjena es una baya de forma alargada o globosa de color morado, blanco, blanco jaspeado de morado, negro o verde. Sabor suave, muy vegetal, con un ligero toque amargo.
Su pulpa es suculenta de color blanco o verde, según variedad, y contiene semillas de color amarillo. Con un tamaño medio que va de 5 a 8 cm de diámetro y de 10 a 30 cm de longitud.
El peso depende de la variedad, pero suele oscilar de los 200 a 300 ó más gramos


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3. Variedades cultivadas


Del genero Solanum se conocen tres subespecies: esculentum, donde se incluyen la mayoria de las especies cultivadas; insanum de numero reducido de especies cultivadas y ovigerum de interés ornamental.

Las variedades de la berenjena no son tan extensas como las de otras hortalizas.

Normalmente su clasificación se hace atendiendo a la forma de las mismas, entre estas cabe incluir:

- Las esféricas: fruto redondeado, de color morado oscuro, brillante y uniforme con una pulpa verde con vacíos. El peso medio por unidad va de 230-260 gramos. Podemos incluir: la de Almagro.

- Las globosas: forma esférica, de piel brillante y morada oscura y pulpa verde. El peso medio va de 250-290 gramos. Podemos incluir: violeta de Nueva York.

- Las alargadas: alargadas, de piel brillante y morada oscura y pulapa verde. Peso medio de 160-180 gramos. Entre estas podemos incluir: larga negra, larga morada, violeta de Barbentane, croisette.

- Las jaspeadas: fruto ovalados o redondos, de piel blanca jaspeada de morado a verde y pulapa prácticamente blanca. Con un peso medio de 200 gramos. Podemos incluir: jaspeada de Gandía, misión bell, belleza negra, blacknite, bonica, florida market.


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4. Valor nutricional


La berenjena no es una de las verduras más destacadas nutricionalmente, en efecto su valor energético (16,6 Kcal) y nutritivo es pequeño comparado con otras frutas, verduras y hortalizas.
Es fundamentalmente agua, siendo este el elemento mayoritario en su peso final, contiene 92,2 ml de agua por 100 gramos de parte comestible.
Muy bajo contenido en glúcidos, proteínas y lípidos.
Tampoco destaca por su contenido en fibra (1,4 %), excepto una pequeña cantidad que se encuentra en la piel y las semillas.
El mineral mayoritario es el potasio (210 mg por 100 gramos de parte comestible), y en menor proporción calcio (de difícil absorción), magnesio, fósforo y hierro.
En cuanto a su contenido vitamínico esta verdura aporta pequeñas cantidades de vitamina C (5 mg por 100 gramos de parte comestible), betacarotenos y folatos (16 mcg por 100 gramos de parte comestible).


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5. Otros componentes


Posee aminas como la serotonina y la tiamina, compuestos que poseen la capacidad de provocar reacciones alérgicas o cefaleas en personas susceptibles.

La berenjena cruda contiene cierta cantidad de solanina, un alcaloide tóxico, siendo más abundante en las partes verdes de la planta y en los frutos poco maduros. Este alcaloide puede provocar alteraciones gastrointestinales y migrañas.

Efecto que se evita si se consume la berenjena madura y cocinada, ya que la sustancia causante de estos síntomas es termolábil y desaparece por acción del calor.

En la piel de esta planta se han identificado antocianinas (flavonoides), pigmentos que son los responsables del color morado de la berenjena y que presentan propiedades antioxidantes.

También posee altos niveles de un compuesto antioxidante, que podría proteger a nuestro organismo del daño oxidativo. Según los estudios realizados por el Servicio de investigación Agrícola de EEUU (ARS, en sus siglas inglesas), el ácido clorogénico, es el compuesto fénolico predominante en casi todas las muestras analizadas.

El fruto contiene estatina, que son unas sustancias que se emplean para el tratamiento de las dislipemias ( alteraciones en los niveles normales de lípidos plasmáticos, fundamentalmente de colesterol y triglicéridos).


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María del Carmen Moreu Burgos
Farmacéutica y Tecnóloga de los Alimentos. Diplomada en Nutrición.
Puleva Salud

DIME COMO TRABAJAS Y TE QUE TE QUEMA.bmcpsichiatry



         
Un equipo de científicos ha analizado las variables que influyen en el desarrollo de los tres subtipos del trastorno: ‘frenético’, ‘sin desafíos’ y ‘desgastado’.
El estrés laboral crónico y la percepción de falta de reconocimiento en el trabajo forman el caldo de cultivo para que aparezca el síndrome de burnout, del ‘trabajador quemado’. “La prevalencia del trastorno va en aumento en nuestro país y representa un grave problema para la sociedad, por las pérdidas económicas que causa y por las consecuencias en la salud”, asegura Jesús Montero-Marín, autor principal del estudio e investigador senior en el Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud.
En función de los rasgos del síndrome, los expertos distinguen tres perfiles: ‘frenético’, ‘sin desafíos’ y ‘desgastado’. El estudio, publicado en BMC Psychiatry, revela las variables sociodemográficas y laborales asociadas a cada uno de ellos. Mediante cuestionarios, el equipo de Montero-Marín encuestó a una muestra de 409 empleados de la Universidad de Zaragoza, entre personal administrativo, de servicios, docentes, investigadores y becarios.
“El perfil ‘frenético’ se asocia con el número de horas de trabajo”, explica Montero- Marín. Una persona que dedique más de 40 horas por semana a su tarea laboral tiene una probabilidad casi seis veces mayor de desarrollar el síndrome, comparado con otra con un horario inferior a 35 horas. Este tipo de empleados suele tener una alta implicación en su cargo, grandes ambiciones y una elevada sobrecarga de tareas.
Un trabajador dedicado a tareas monótonas, con tendencia al aburrimiento y a la falta de desarrollo personal, tiene más riesgo de desarrollar el perfil ‘sin desafíos’. El personal de administración y servicios tiene una probabilidad casi tres veces mayor de
pertenecer a este grupo, comparado con el docente e investigador. Además, es un perfil sobre todo masculino. “Mientras que ellos tienden a alejarse de los objetivos de la empresa, ellas terminan por desarrollar agotamiento emocional”, explica el psicólogo.
Por su parte, el tipo ‘desgastado’ suele aparecer en personas que, con una larga trayectoria en la misma empresa, terminan por descuidar sus propias responsabilidades, dada la falta de reconocimiento que perciben a su alrededor. Así, un trabajador con más de 16 años de servicio en un mismo lugar de trabajo presenta un riesgo cinco veces superior a desarrollar este tipo de perfil, comparado con otro que lleve menos de cuatro años de servicio.
Los pluriempleados y temporales acaban ‘frenéticos’ Sea cual sea la clase de burnout, el trabajador experimentará agotamiento emocional,
cinismo o falta de eficacia en el trabajo. En general, los expertos consideran que el síndrome está presente si la persona presenta al menos uno de estos tres rasgos.
El tipo de contrato también influye en la gestación del burnout. Los empleados con contrato temporal se encuentran más implicados con la empresa porque buscan una vinculación que les proporcione mayor estabilidad. Esta actitud puede desembocar en el desarrollo de un perfil de tipo ‘frenético’, el mismo que registran los contratados a media jornada, “probablemente, pluriempleados”, apunta el experto.
Además de los factores que potencian el síndrome, el entorno social supone un contrapeso a su aparición. “Tener familia, pareja o hijos puede ser un ‘colchón’ protector, porque cuando la persona termina la jornada de trabajo, deja las preocupaciones laborales y se centra en otro tipo de tareas”, indica el psicólogo.
Respecto al nivel académico, la peor parte del burnout se la llevan los dos extremos de la muestra: la gente más formada y aquella con menos estudios. Esto se explica porque quienes han recibido poca formación suelen acceder a trabajos menos cualificados en los que reciben poco reconocimiento. Pero también acaban ‘quemados’los doctores con largas carreras, puesto que “sienten que están invirtiendo en el trabajo más de lo que reciben a cambio”, asegura Montero-Marín.
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Referencia bibliográfica:Jesús Montero-Marín, Javier García-Campayo, Marta Fajó-Pascual, José Miguel Carrasco, Santiago Gascón, Margarita Gili, Fermín Mayoral-Cleries. “Sociodemographic and occupational risk factors associated with the development of different burnout types: the cross-sectional University of Zaragoza study”. BMC Psychiatry 11(1):49, 29 de marzo de 2011. DOI: 10.1186/1471-244X-11-49.

QUE LE PASA DOCTOR???



         


         
Por Victoria Pérez Zabala | Para LA NACION
F
oto: Martín Lucesole
Todavía tenía los guantes puestos cuando una intensa presión paralizó su brazo izquierdo y se instaló sobre su pecho. A un metro de la camilla donde dormía el paciente que acababa de operar, el cirujano se desplomó sobre el piso del quirófano. Un violento infarto lo transformó de médico a paciente en pocos segundos. Hacía meses que su equipo lo observaba con preocupación. Agotado, iba y venía por los pasillos del hospital, entre maratónicas sesiones quirúrgicas. Nunca se negaba, hasta que su cuerpo dijo basta. Este es un caso real y se suma a otros similares, que brotan en boca de enfermeras, anestesistas, camilleros y de los mismos médicos.
¿Cómo están de salud aquellos que cuidan la nuestra? La consulta a un grupo de galenos de diferentes edades y especialidades preocupa. "Más del 30 por ciento de los médicos argentinos padecen el síndrome de burnout", calcula el doctor Roberto Iermoli, director asociado del Hospital de Clínicas José de San Martín.
Los factores que llevan a que los encargados de curarnos estén en riesgo son variados. El principal es el multiempleo o la necesidad de cubrir varios puestos de trabajo que los lleva a correr de un hospital a otro, como trabajadores taxi, para lograr la ansiada estabilidad económica. Así lo prueba la última encuesta de satisfacción laboral, presentada por la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y Unicef hace pocos meses, donde se reveló que 7 de cada 10 pediatras atienden en dos, tres o más hospitales públicos, clínicas privadas y consultorios.
Quemados. La Argentina junto con México y Colombia encabezan la lista de países con mayor cantidad de médicos con burnout.
La encuesta representativa de los 15.461 pediatras del país demostró que el 82% siente estrés excesivo y la razón principal resultó ser la elevada carga horaria. A esto hay que sumarle la falta de insumos, la obligación de realizar tareas que exceden el rol de médico por falta de recursos humanos, las guardias de 24 horas, la falta de camas para los enfermos y los bajos sueldos.
"Los médicos en la Argentina viven una exposición al estrés mayor que en otras ocupaciones. Algo que los diferencia es que casi no hay desempleo médico ni tampoco subempleo. Por el contrario, lo que predomina es el multiempleo. Trabajan en promedio muchas más horas que en el resto de las ocupaciones. Pero esto casi nunca es bien recompensado", analiza el principal investigador de salud del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), Federico Tobar.
Con la experiencia acumulada en sus más de 37 años de médico clínico, el doctor Iermoli recibe a LNR en su discreto despacho del Hospital de Clínicas y se explaya: "Cuarenta años atrás el médico era más considerado, más valorado. Tenía una entrada mayor. Podía atender en el hospital y, luego, en su consultorio particular. Prácticamente no había obras sociales o prepagas con la imposición de atender a tal cantidad de pacientes. Ha habido una pauperización en la carrera médica".
Empujar la camilla, aplicar inyectables, procurar una cama para el enfermo, son algunas de las tareas que vienen a sumarse a la rutina actual. Por la falta de recursos físicos y humanos, el médico debe cumplir con obligaciones que van más allá de su rol. "Todo esto no hace más que agregar carga a su ya pesada mochila de responsabilidades", razona Iermoli, con el ceño fruncido.
Como profesor titular de Medicina Interna en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Iermoli, que ha pasado la mayor parte de su vida en hospitales, evalúa: "Los residentes son por lejos el personal médico que más estrés tiene. Piense que un médico trabaja no menos de 60 horas semanales, pero un residente sabe a la hora que ingresa y no a la hora que sale. Nuestros residentes entran a las 6.30 y pueden ser las 23 y siguen acá".
El mayor desafío para los residentes de primer año son las guardias de 24 horas que realizan día por medio o tres veces por semana, según la especialidad. Para la mayoría de los expertos entrevistados: son jóvenes y pueden aguantarlo; es el fogueo necesario para lo que vendrá después. El problema radica en que para muchos se convierte en un estilo de vida y, si siguen con esta rutina de mayores, se vuelven insomnes crónicos.
Cada vez más difícil. El director de Psiquiatría del Hospital Italiano, Carlos Finkelsztein, analiza el efecto de la violencia social en los médicos. Foto: Martín Lucesole
En España, los residentes se agruparon para protestar por su situación laboral en un movimiento que exigía eliminar las guardias de un día completo. El lema que se repartió en centenares de afiches colgados a lo largo de todo el país planteaba: Llevo 32 horas sin dormir, ¿quieres que te opere?
"Está científicamente comprobado que, a partir de la hora 12 de una guardia, disminuye brutalmente la eficacia y la habilidad manual, la tasa de error aumenta y la atención se dispersa", detalla el médico cardiólogo Daniel Flichtentrei.
Según presenta el especialista en cuidados críticos Juan Cruz Escardó, de 34 años, que trabaja como médico de planta en la terapia intensiva del Hospital Universitario Austral: "El panorama de un terapista que se recibe en la Argentina es que va a pasar toda su vida haciendo guardias. Por lo general, hacen una guardia de 24 horas y, al día siguiente, hacen otra. Muchos tienen 50 años.
"Creo que es criminal tanto para los médicos como para los pacientes", alerta el terapista -nieto del reconocido pediatra Florencio Escardó-, un privilegiado porque sólo realiza una guardia semanal.
En un estudio realizado a fines del año pasado por la Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires, que tomó como muestra las respuestas de 220 médicos de los hospitales José María Ramos Mejía, Parmenio Piñero, Dr. Enrique Tornú y Dr. Ignacio Pirovano, el 94% de los consultados reportó sentir cansancio, agotamiento, insatisfacción y falta de estímulo.
La Argentina junto con México y Colombia encabeza el ránking de países con mayor cantidad de médicos que sufren burnout, según mostró un estudio realizado por Intramed, la página Web científica líder y la más consultada por los facultativos con más de un millón de visitas mensuales.
Alerta. "Hay de 4 a 6 veces más suicidios entre médicos que en la población general", apunta el Dr. Iermoli, director asociado del Clínicas.
"El estilo de vida de los médicos es muy perjudicial para su salud. En ellos, el umbral del dolor está muy modificado por la cercanía a la enfermedad y a la muerte. Es común la automedicación, la consulta en el pasillo, la falta de una historia clínica", apunta Flichtentrei, director de contenidos de Intramed, que recientemente publicó ¿Por qué ser médico hoy?, donde reunió la opinión de 20 de los galenos locales más destacados.
Ante este inquietante panorama, la médica psiquiatra Elsa Wolfberg, que hace más de 14 años estudia el desgaste profesional en sus colegas, describe cómo detectar si un médico sufre burnout o el síndrome que provoca extenuación emocional, apatía, bajo índice de satisfacción y de realización laboral.
"Uno como paciente puede detectarlo ya que son personas fatigadas que presentan desapego de lo que hacen; desaparece la pasión y se vuelven tecnocráticos. Algunos quieren dejar la práctica; otros están alejados de la motivación inicial que los llevó a estudiar medicina al ver cómo chocan los ideales humanísticos con el marco mercantilista donde transcurre."
Cuando el burnout se instala en una persona puede atacar el sistema inmunitario por hiperfuncionamiento de las defensas, en el caso de las alergias, o por hipofuncionamiento, que es la habilidad de contraer enfermedades, como resfríos, continuamente (ver aparte). Esto comienza de manera reversible y, luego, se torna irreversible. Todo lo que sería preocupante cuando lo sufre cualquier persona se torna peligroso cuando se trata de un médico.
Apretando una sobrecargada carpeta, donde no cabe ni un papel más, Wolfberg va eligiendo documentos y lanza estadísticas. "Uno de cada tres psiquiatras padece burnout, según una encuesta que hicimos con la Asociación de Psiquiatras Argentinos
(APSA)." Desde su consultorio sobre la calle Lafinur en la zona del Botánico, donde escuchó a varios médicos con este síndrome, revela: "Naturalizan los síntomas previos y conviven con la contractura de nuca, con la taquicardia, con la gastritis. No se miden la presión arterial. No cuidan su salud. Incurren en todos los factores de riesgo cardiovasculares sin modificarlos ni hacer nada al respecto. Es más, aun teniendo un problema de salud declarado, no consultan porque lo viven como una debilidad o con temor a salir del circuito y perder el lugar del trabajo".
Al nombrar las enfermedades más comunes dentro de la comunidad médica, el director del Servicio de Psiquiatría del Hospital Italiano, Carlos Finkelsztein, enseña: "Las más frecuentes son la hipertensión arterial, la enfermedad coronaria, la adicción a psicofármacos y el estrés crónico".
Además de la preocupación por el alto grado de automedicación y los elevados índices de alcoholismo, depresión y trastornos de ansiedad generalizada que sobrevuelan la práctica médica, hay un dato que ensombrece aún más el panorama. "Hay de cuatro a seis veces más suicidios entre médicos que en la población general", compara Iermoli, que también dirige el Departamento de Docencia e Investigación del Clínicas. "En los últimos tres años y en nuestro hospital, dos reconocidísimos médicos, uno era el jefe de una de mis salas, se suicidaron. Uno se arrojó debajo de las vías del tren y el otro, directamente se pegó un tiro", dice con las manos apretadas y la mirada triste.
En casa de herrero
Los médicos no van al médico. No se hacen chequeos periódicos e incurren en todos los factores de riesgo que tan rápidamente detectan en sus pacientes. El sobrepeso, el sedentarismo y la hipercolesterolemia son significativamente mayores en la población médica que en el resto, según evidenció el estudio Doctor, realizado por la Academia Nacional de Medicina e Intramed. A su vez, ninguno de los facultativos consultados dijo contar con un médico de cabecera.
Delante de su cargada biblioteca, el doctor y profesor Iermoli admite: "El médico, en general, posterga los exámenes periódicos. No falta nunca al hospital. Es muy raro. Más: si un paciente o un colega le dice que no lo ve bien, lo interpreta como una disminución en su competencia profesional".
Con él coincide el médico obstetra Federico Del Giudice, de 53 años, que ha dado la bienvenida al mundo a cinco mil bebes y hoy asiste 20 nacimientos por mes en la Clínica de La Trinidad de San Isidro, en la de Palermo y en el Sanatorio Mater Dei. Sentado en un café, cercano al centro de salud adonde ha estado visitando pacientes y con el teléfono celular a la vista, sobre la mesa, confirma: "Los médicos no nos hacemos exámenes. Somos más de la consulta de pasillo. ¿Tomarnos la presión? No. ¿Ergometría? Tampoco. Estamos tan acelerados con los pacientes que tapamos o no reaccionamos frente a nuestros problemas de salud. Es el acelere que a uno le da esta especialidad".
Desde el exigente campo de la cirugía, donde no hay margen para el error, Alejandro Ayub, que trabaja en el Hospital Manuel Belgrano, confiesa: "Los médicos, en general, van a trabajar enfermos. Si tienen una cirugía y se engripan el día anterior, no la suspenden. Es muy difícil hacerle eso a un paciente. Entonces se medican y tratan de sobrellevar la gripe para hacerla". Su palabra sintoniza con la de la mayoría de los médicos que, ante una encuesta de Intramed, respondieron que todos fueron a trabajar con gripe.
"Esto es peligroso para los médicos y también para los pacientes", subraya el cardiólogo Flichtentrei, que también dirige un Instituto de Rehabilitación Cardiovascular donde recibe a muchos colegas que han sufrido infartos. Allí, los médicos no cumplen con el tiempo de rehabilitación prescripto antes de volver a sus funciones.
Sin embargo, aclara Wolfberg, miembro de la APSA, la causa más importante del delicado estado de salud de los galenos se debe al lugar, dentro del imaginario colectivo, donde los coloca la sociedad. "Hay que sacarlos del marco acusatorio de que son descuidados. Somos nosotros los que les hacemos creer que no se pueden enfermar y ellos se creen invulnerables."
Cuando al médico clínico Esteban Lifschitz le diagnosticaron el síndrome vertiginoso -que provoca mareos y sensación de inestabilidad-, por primera vez y a los 41 años, decidió solicitar licencia por enfermedad. "Antes hubiera vuelto a trabajar a los dos días sintiéndome Superman, pero no estaba en condiciones de resolverle nada a nadie. Uno siente que lo miran distinto cuando tiene un síntoma que podría ser asociado con alguna debilidad. Al mismo tiempo que nos critican porque nos creemos dioses, cuando no somos esos dioses piensan: qué nos va a venir a resolver éste si no puede con su vida."
Los dioses, al banquillo
En los últimos tiempos, esta imagen cercana a la deidad de los médicos ha cambiado. De aquel orgullo que retrató Florencio Sánchez en M´hijo el Dotor el ejercicio de la profesión ha perdido tanta valoración social que hoy los médicos con frecuencia son víctimas de agresiones por parte de sus pacientes y parientes de pacientes.
Más del 71% de los encuestados en el estudio realizado por la Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires sufrió algún tipo de violencia por parte del paciente o un familiar acompañante.
La anécdota que ilustra la estadística la aporta el doctor Ayub, especialista en cirugía general y en trasplante renal que opera en el Hospital Belgrano en el partido bonaerense de San Martín. "Nuestro hospital está en una zona peligrosa y ya el viaje hasta el trabajo genera estrés. El otro día un pediatra salió del hospital, se subió al auto y un chico armado lo amenazó", relata.
-Dame toda la plata.
-Yo a vos te conozco; soy tu pediatra.
-Sí.
-¿Cómo me vas a robar?
-Estoy trabajando.
El maltrato verbal y la violencia física van en aumento y no son exclusivos de los hospitales periféricos. Día a día se van adueñando de más salas de espera y pasillos. Escardó narra un desafortunado episodio que vivió en el Austral, centro de primer nivel y alta complejidad en Pilar. "Me tocó decirle a un padre que su hija no iba a volver a caminar y me empezó a insultar. Me arrinconó y no llegó a pegarme porque apareció seguridad", recuerda el doctor, dedicado a la terapia intensiva hace casi diez años. Es en el área de urgencias donde se concentra el mayor porcentaje de agresiones: el 84% del personal médico encuestado relató situaciones violentas protagonizadas por pacientes y familiares.
Otro factor que pesa sobre la comunidad médica es la amenaza constante de ser demandados por mala praxis. "Cuarenta años atrás, ¿quién pensaba en denunciar a su médico?", pregunta Iermoli. Hoy, uno de cada tres médicos recibe alguna demanda por mala praxis a lo largo del ejercicio de su carrera. Lo más grave es que, luego de ser demandados, y según comprobó un relevamiento realizado por el Servicio de Cirugía del Hospital San Martín de La Plata, un alto porcentaje tuvo hemorragias digestivas, problemas de estrés crónico o alteración emocional y despersonalización.
Como director del Servicio de Psiquiatría del Hospital Italiano, Finkelsztein concluye que ser médico es cada vez más difícil por las presiones que ejerce la violencia social en el ejercicio de la tarea. "Cada vez se exige, cuestiona y demanda con mayor intensidad al médico. La aparición de una creciente cultura de denunciarlos ante la justicia agrega incertidumbre y temor en la toma de decisiones."
A su vez, la nueva legión de pacientes que consultan en sitios de Internet y luego entran en los consultorios comparando diagnósticos, pacientes querellantes, según la jerga médica, contribuyen a que el médico se sienta en perpetuo examen. En el mundo actual, donde la medicina está en constante cambio, donde el conocimiento se duplica cada 20 meses y se publican 30 mil revistas y 700 mil artículos anuales, el médico tiene que estar al día. La permanente capacitación es otra obligación que suele arrebatarles más horas de sueño y de vida familiar para dedicarlas a sus futuros pacientes.
Un médico de un hospital público porteño, que pidió permanecer anónimo, rescata una anécdota que muestra hasta dónde puede llegar el compromiso con el paciente y cómo puede repercutir en su salud.
"Fue en la época en que la gripe A abarrotó todos los hospitales de la Argentina. El médico estuvo atendiendo pacientes con estos síntomas, como todos hicimos entonces, durante jornadas interminables. Cuando empezó a sentirse mal, hizo lo que también hacemos todos: se automedicó y siguió trabajando. A los dos días, lo ingresaron en el hospital con un respirador. Una placa mostró que tenía los pulmones completamente tomados. Casi se muere por gripe A: el virus que conocía y combatía."
Ellos se sacrifican por nosotros.
PROBLEMAS SIN FRONTERA
Así lo prueba un artículo de la prestigiosa revista The Lancet, que advierte que de un 30 a un 40 por ciento de los empleados de la salud de los Estados Unidos padecen de estrés. La estadística podría aumentar a partir de la última reforma sanitaria, que suma 30 millones más de pacientes a sus filas. El problema, según rastrean los investigadores, parece activarse en la Facultad de Medicina.
Según advierten los especialistas en The Lancet, alrededor de un cuarto de los médicos jóvenes sufre de depresión, más de la mitad experimenta burnout, y más del 10% piensa en el suicidio.
En 2004, la revista American Journal of Psychiatry divulgó que los médicos varones son de una a cuatro veces más proclives a suicidarse y las médicas, de dos a tres veces más tendientes a hacerlo que el resto de la población.
Según una encuesta inglesa realizada por el Royal College of Physicians in Clinical Medicine, sólo uno de cada cinco médicos buscaría ayuda entre sus colegas u otros profesionales de la salud en caso de desarrollar una enfermedad mental.
Este alarmante cuadro se repite en varios países de Europa, en Australia y en Inglaterra. Sin embargo, hay factores que contribuyen a que los médicos argentinos se encuentren en desventaja frente al resto de sus colegas internacionales. "En ningún país el multiempleo configura un problema tan relevante", distingue Federico Tobar, investigador del Cippec,
En Europa los sistemas de salud son universales; algunos, como Alemania, Bélgica y Holanda tienen múltiples aseguradores, similar a nuestras obras sociales y prepagas, compara Tobar. Un médico tiene chances de trabajar en más de un lugar, pero los contratos con frecuencia requieren dedicación exclusiva y se implementa un bloqueo de título por el cual el profesional se compromete a no ejercer la medicina en otro lugar.
En los países que tienen sistemas nacionales, como Inglaterra, Irlanda, Suecia, Italia, Australia o Canadá, en general, hay un único empleador posible. Aunque hay un incipiente mercado privado, éste no alcanza a cubrir a un 10% de la población. Es decir que los médicos pueden tener un único trabajo.
Los sistemas de salud de América latina son más fragmentados; conviven múltiples agentes aseguradores y prestadores y esto permite que un mismo profesional trabaje para varias entidades. "La Argentina se encuentra en peor situación que el resto, porque la cantidad de agentes que son prestadores de salud es mucho mayor: hay unas 300 obras sociales, 600 empresas de medicina prepaga y mutuales, 24 sistemas provinciales de salud y casi mil municipios que tienen servicios, unos 200 tienen hospitales y el resto tiene centros de atención primaria", detalla Tobar.
 

LO QUE PENSAMOS ES LO QUE NOS PASA

Lo que pensamos es lo que nos pasa
“No nos afecta lo que nos sucede sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”. Estas palabras corresponden a Rafael Santandreu, un psicólogo oriundo de Barcelona, España, quien a través de su terapia revolucionaria en el campo de la salud mental decidió plasmar su experiencia en “El arte de no amargarse la vida”
En el marco de su gira de presentación editorial, Santandreu se encuentra en Buenos Aires y el pasado miércoles brindó una conferencia en la librería Cúspide, ubicada en el barrio de Recoleta en la Capital Federal.Santandreu explicó que la escritura de “El arte de no amargarse la vida” se basó en su experiencia profesional en el arte de hacer más fuerte a las personas a nivel emocional. Su libro no es producto de la improvisación sino es el fruto de años de trabajo en el campo de la salud mental, en el cuál el psicólogo español introdujo un nuevo método en el marco de la terapia cognitiva.Santandreu denomina esta técnica como “terapia del pensamiento” y tomó como base la corriente filosófica greco romana, que formula que las personas padecen problemas emocionales a partir de sus pensamientos y no en función de los acontecimientos que suceden en sus biografías. Lo que se piensa, es lo que sucede.“Por ejemplo, yo tenía una paciente que me decía ´Pepe me pone muy nerviosa´. Esta calificación es absolutamente arbitraria, ya que esa es la reacción que Pepe le provocaba a ella y no a toda persona que se cruce con él. Es muy simple, tenemos que aprender a evaluar lo que nos sucede a través de criterios objetivos y en el marco de una sana comparación con la realidad”, explicó Santandreu.Con el fin de llevar esta técnica a la práctica, el autor aportó un ejercicio práctico al que denomina “línea de evaluación”. Este método consiste en ubicar un acontecimiento que identificamos como negativo o positivo en una línea que consta de dos polos. El primero es el pico máximo de felicidad y en el otro extremo se ubica el peor suceso que le podría ocurrir a alguien, invalidando absolutamente el bienestar en su biografía.Esta línea de evaluación permite crear un “espacio de salud mental” ¿Cómo? Santandreu lo explico a través del caso de una paciente suya llamada María, que padecía un trastorno de ansiedad: “María llegó a mi consultorio diciendo ´nadie me aguanta, mi marido me dejó por mis nervios permanentes y mi hija no me soporta´ Su foco de ansiedad, en ese momento, era la operación inminente de su nieta. Le plantee ubicar este acontecimiento en una línea de evaluación y para contextualizar su dilema le brindé una experiencia de vida de un joven canadiense que yo había tratado un tiempo antes. Él había perdido a su mujer y a su hijo en un accidente de tránsito. Su dolor resignificó en solidaridad y hoy preside una fundación para salvar la vida de niños africanos”.Tras el relato de la historia, Santandreu le preguntó a María, ¿cuál de estos dos hechos considera más grave: caso de tu nieta o a la del joven canadiense que perdió a su mujer y a su hijo? La respuesta automática de la paciente fue la exasperación, no podía tolerar esta comparación pero luego lo reflexionó y dijo “si es mucho peor lo de este hombre”. Entonces, para María en su línea de evaluación lo más terrible que le podía pasar no era la operación de su nieta, encontró un límite en su propio dolor y ansiedad. “Creó un espacio de salud mental. El caso de María es muy ejemplificador ya que todos los seres humanos tenemos la tendencia a evaluar los hechos que nos suceden en la vida como terribles, cuando no lo son. Todos tenemos que aprender a analizar lo que nos sucede en la vida con criterios objetivos y comparativos”, afirmó Santandreu.La racionalidad es el punto de partida para comenzar a internalizar que en la mayoría de los casos, ante algún acontecimiento negativo las personas basan su depresión, ansiedad o angustia en una fantasía y no en la realidad.Con el fin de llevar este pensamiento a la práctica, Rafael Santandreu planteó tres criterios básicos para ser más fuerte a nivel emocional. “Existen tres creencias irracionales que dominan las emociones. La primera es que debemos hacer las cosas bien o muy bien. La segunda es que todo el mundo debe tratarnos bien y la tercera es pensar que en el planeta todo tendría que funcionar a la perfección. Si no se cumplen uno, dos o inclusive, los tres parámetros nos enojamos o deprimimos”, advierte.El autor del “El arte de no amararse la vida”, explicó que frente a estos criterios el único parámetro debería ser la racionalidad. Es un absurdo creer que no podemos fallar en nada, la perfección es una irrealidad. No es necesario, y sería además extremadamente aburrido, que todo el mundo nos trate bien en el marco de las relaciones humanas. Y por último, el mundo no depende de un individuo y por lo tanto, es imposible que todo funcione a su favor.Para Santandreu la definición de una mente fuerte a nivel emocional es la que se basa en las preferencias y no en las exigencias. Priorizar la realidad por sobre la fantasía es crucial para lograr una vida en la cual la felicidad sea una realidad.Pero, ¿cómo darse cuenta de las prioridades? ¿Cuál es la forma para lograr ser más fuerte a nivel emocional? Santandreu lo resume en una palabra: la renuncia. “Para explicar esta concepción siempre cito a San Francisco de Asís, quien aseguraba ´Cada vez necesito menos cosas y las pocas cosas que necesito, las necesito muy poco´. Con cada necesidad nos sumamos una carga. En una sociedad actual, signada por el consumismo y el afán de acumular objetos materiales, es cada vez más frecuente encontrar personas infelices ya que nunca podrán alcanzar todo lo que desean. Nos inventamos necesidades que no necesitamos, nunca nos hacen felices y además, nos convierten en personas débiles a nivel emocional”, asegura el autor.El criterio planteado por Santandreu es tan innovador como posible: tener deseos pero no ser esclavo de ellos. Para el ser humano es inevitable añorar, querer y desear pero estas fantasías deberían controlarse y proyectarse en su justa medida ya que el deseo desmedido es una garantía de frustración.En el marco de su conferencia, Santandreu planteó además, que una de las mayores fuentes de insatisfacción son las ideas “supersticiosas”. Sin ningún tipo de criterio objetivo las sociedades de todas las épocas han legitimado creencias que contribuyen a la infelicidad. “Los mitos de ´si pienso lo peor no me va a pasar´ o ´si quiero a alguien le tengo que demostrar todo el tiempo que estoy preocupado, y angustiarme por ello”, no son más que mentiras que afectan negativamente a nivel emocional y no llevan a ninguna parte”, aseguró.El autor de “El arte de no amargarse la vida”, le brindó a la Argentina algunas claves para repensar la felicidad desde un método posible, práctico y efectivo. Somos lo que nos decimos que nos pasa. El desafío está planteado, sólo resta comenzar a trabajar por deseos posibles y reales.Por Eugenia Plano | www.vidapositiva.com